En el principio Dios creó una especie humana, Adán y Eva, unidos en amor. Pero esa unidad de amor, fue dividida por el pecado. Apenas la primera pareja de humanos creyeron las mentiras de Satanás los lazos de amor y confianza se rompieron; se corrompieron a sí mismos con temor y egoísmo y fueron divididos. Adán culpó a Eva, diciendo “la mujer que me diste – me dio esa fruta del árbol, y yo la comí” ( Génesis 3:12).
El primer grupo de hermanos, Caín y Abel, no estaban unidos en amor piadoso estaban divididos por el pecado – el temor y el egoísmo – lo que infló la envidia y los celos en Caín, quien mató a su justo hermano (Génesis 4:8).
Desde entonces ha habido una división en la familia humana. Una división entre aquellos quienes, a pesar de haber sido nacidos en pecado y concebidos en iniquidad (Salmos 51:5), han sido ganados de vuelta en confianza en Dios y renacidos con corazones justos y aquellos quienes han endurecido sus corazones en contra de Dios y se han solidificado en el egoísmo y en el pecado.
Para el tiempo del gran diluvio, solo un hombre justo estaba en la tierra con su familia. El resto de la población humana se había solidificado en una rebelión mundial en contra de Dios. en misericordia y en amor, Dios puso a ese mundo rebelde a descansar en el sueño de la muerte, como un acto terapéutico para mantener la avenida abierta para el Mesías y cumplir la promesa de Génesis 3:15.
Pero en un tiempo corto a esto, los que rechazaron la misericordia de Dios comenzaron a unirse otra vez en una rebelión unificada en contra de Dios, intentando hacer una torre hacia el cielo. Así, una vez más, Dios interviene terapéuticamente confundiendo las lenguas y esparciendo a la gente alrededor del mundo (llegando a las distintas divisiones raciales que vemos hoy), un acción diseñado por Dios para retardar las mentiras de Satanás e impedir la rebelión de la humanidad en contra del cielo y, por lo tanto, permitir que el plan de salvación se completará (Génesis 11:8,9).
Estas diferencias idiomáticas, tribales, raciales, nacionales, y étnicas no son malas; estas diferencias no son pecado – no tienen una connotación en nuestro mundo como seres humanos, no tienen valor en determinar lo bueno o lo malo, pero Dios previó con estas diferencias a lo largo, que las características superficiales serviría para evitar que la raza humana pecadora se uniera en una rebelión mundial en contra de Dios y el cielo, como la gente lo hizo en el tiempo del diluvio.
Una División divinamente ordenada
Pero hay maldad en este mundo, y tenemos que reconocerlo y separarnos de él. Debe haber una división inteligente y decidida que buscamos activamente crear y promover entre todas las personas, sin importar su idioma, tribu, raza, nacionalidad, o etnia porque Dios ama a todas las personas por igual. La biblia reconoce esta división como la única por la que la gente justa debe guiarse – la división entre el bien y el mal. La biblia describe esta división entre la justicia y la injusticia en estos términos:
- Las ovejas y las cabras
- El trigo y la cizaña
- La vid fructífera y la vid marchita
- La mujer pura y la ramera
- Los fieles y los infieles
- Los santos y los impíos
- Los salvos y los perdidos
Dividir sobre estas líneas es piadoso. Diferenciar lo justo de lo injusto para poder juzgar sabiamente con respecto de a quien asociarse, relacionarse, casarse, emplear, poner en nuestro comité, y aceptarlos en nuestras amistades es un enfoque piadoso en la vida.
“No formen yunta con los incrédulos. ¿Qué tienen en común la justicia y la maldad? ¿O qué comunión puede tener la luz con la oscuridad? ¿Qué armonía tiene Cristo con el diablo? ¿Qué tiene en común un creyente con un incrédulo? ¿En qué concuerdan el templo de Dios y los ídolos? Porque nosotros somos templo del Dios viviente. Como él ha dicho: «Viviré con ellos y caminaré entre ellos. Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. ” Por tanto, el Señor añade «Salgan de en medio de ellos y apártense”. (2 Corintios 6: 14-17).
Estamos llamados a distinguir al honesto del deshonesto, al leal del desleal, aquellos que aman a otros de aquellos que son egoístas y explotan a otros. Tenemos que distinguir activamente al sabio del necio, al amable del cruel y al misericordioso del vengativo. El apóstol Pablo enseñó que a medida que se acerca la segunda venida de Cristo, debemos desligarnos a propósito de ciertas personas:
“Ahora bien, ten en cuenta que en los últimos días vendrán tiempos difíciles. La gente estará llena de egoísmo y avaricia; serán jactanciosos, arrogantes, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, insensibles, implacables, calumniadores, libertinos, despiadados, enemigos de todo lo bueno, traicioneros, impetuosos, vanidosos y más amigos del placer que de Dios. Aparentarán ser piadosos, pero su conducta desmentirá el poder de la piedad. ¡Con esa gente ni te metas! (2 Timoteo 3: 1-5).
Debemos discernir en nuestra asociaciones y relaciones, a quienes empleamos y quienes son nuestros amigos porque como Pablo escribió, “las malas compañías corrompen el carácter” (1 Corintios 15:33).
Jesús mismo dijo que venía a dividir la sociedad:
He venido a traer fuego a la tierra, y ¡cómo quisiera que ya estuviera ardiendo! Pero tengo que pasar por la prueba de un bautismo, y ¡cuánta angustia siento hasta que se cumpla! ¿Creen ustedes que vine a traer paz a la tierra? ¡Les digo que no, sino división! De ahora en adelante estarán divididos cinco en una familia, tres contra dos, y dos contra tres. Se enfrentarán el padre contra su hijo y el hijo contra su padre, la madre contra su hija y la hija contra su madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra su suegra».
Dios creó a los seres humanos para estar unidos en amor y confianza, pero la humanidad se dividió cuando Adán y Eva pecaron. El estado natural de este mundo de pecado es egoísmo, y Jesús no vino a unir en pecado y egoísmo pero para liberar del pecado y restaurarnos a Justicia y vida eterna. Esto necesariamente significa separar la gente de todo lo que es profano e impío.
Jesús no puede proveer vida eterna a la gente que rechaza dejar el pecado atrás.
Por lo tanto, Jesús busca separar a la gente del pecado – y de las asociaciones que mantienen el pecado activo en sus vidas!
Sí, hay una real división en el mundo; es una división entre Dios y Satanás, entre santidad y vileza, entre bien y el mal, entre el amor y el egoísmo, verdad y mentiras, libertad y coerción. Y al Jesús ser levantado, el evangelio avanzando, y la gente rendida a él, entonces el temor y el egoísmo son reemplazados con amor y confianza y somos atraídos los unos a los otros en unidad (Efesios 4:13), así como Jesús oró:
“No ruego sólo por éstos. Ruego también por los que han de creer en mí por el mensaje de ellos, para que todos sean uno. Padre, así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean uno, así como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí. Permite que alcancen la perfección en la unidad, y así el mundo reconozca que tú me enviaste y que los has amado a ellos tal como me has amado a mí” (Juan 17:20-23).
La biblia describe la unidad de estos últimos tiempos, cuando el evangelio haya avanzado, como la inversión de la dispersión que Dios inició en Babel. La biblia describe una gran multitud, que nadie podía contar, de cada nación, tribu y lengua, de pie enfrente del trono del Cordero. Están vestidos de blanco, lo cual representa sus caracteres que han sido purificados para ser como Jesús (Apocalipsis 7:9). Esta gente diversa se unió en amor, lealtad, y devoción a Dios, una familia unida entretejida en los lazos del amor y confianza fraternal, practicando los principios de Jesús en cómo ellos viven y tratan a otros. Pero esta restauración en una familia humana unida es solo posible cuando Jesús es puesto en el centro.
Satanás sabe que él no puede ganar si Jesús es levantado, si el evangelio está puesto en el centro. Por lo tanto el se opone activamente. El enemigo no quiere que la gente se enfoque en Jesús y reconozca que el justo discierne entre la verdad y la mentira, el amor y el egoísmo, el bien y el mal, así que que tiene un trampa de 2 pasos para mantener a la gente alejada de Jesús y por lo tanto enciende malas divisiones.
Paso uno: Satanás reemplaza las línea divisoria piadosas entre el bien y el mal moral y caracterológico con alguna otra diferencia superficial que ocurre entre los grupos de personas – raza, género, lengua, etnia, origen nacional, etc. – y causa que la gente le atribuya valor, privilegios y superioridad/ inferioridad a esas diferencias, por lo tanto eleva el temor, el egoísmo, los celos, envidia, odio, y violencia e incita a cometer actos de injusticia en contra de los que ellos consideran inferiores.
En el paso uno: Engaña a algunas personas haciéndoles creer la mentira que el color de piel o el género o la nación de origen hace a algunos inferiores o menos valiosos o dignos. Las mentiras llevan a la creación de varios sistemas de castas (incluyendo la histórica noción de “derecho divino” de gobernante y la mentira de que hay una actual diferencia entre la gente de la realeza y la gente común. Y estas falsas divisiones hacen que la gente cometa injusticias reales sobre los inocentes – esclavitud, Jim Crow, opresión aristocratica de la clase baja, y muchas otras formas de explotacion, abuso y restricciones de la libertad humana.
Su mentira del paso uno ha dividido a la sociedad por milenios – y la gente todavía pelea sobre esta mentira hasta hoy. Pero tan mala como es la mentira de Satanás número uno, la mentira del paso dos es aun mas diabolica.
Paso Dos: El segundo paso de Satanás para entrampar a las personas en que se parezcan a él y dividir a la sociedad, es engañar a la gente buena que reconoce su mentira del paso uno en buscar rectificar usando los métodos de Satanás.
Esto significa que en vez de buscar justicia avanzando en el evangelio y poniendo a Jesús y los métodos de Dios en hacer lo correcto en el centro, Satanás engaña a la gente poniendo varias injusticias del malvado en el centro. Racismo, sexismo, y varios otros errores en los que se enfocan, los cuales elevan la rabia e indignación, y otros sentidos de injusticia – y después él ofrece su solución, “Justicia Social” por la aplicación de la ley, coerción, y poder externo que fuerce a cambiar los comportamientos, en vez de ganar a la gente en amor y confianza. Este engaño de dos pasos mantiene a la sociedad dividida, infringe más capas de injusticia, y activamente mantiene a Jesús afuera de los corazones y mentes, obstruyendo la única solución al racismo y todas las otras formas de injusticia humana.
Lo que hace esto tan diabólico es el método de buscar “justicia social” porque causa que la gente se sienta bien porque están haciendo lo correcto, aún de creer que están avanzando el reino de Dios – después de todo se están oponiendo al mal – pero mientras tanto, están avanzando el reino de Satanás, practicando sus métodos, esparciendo más maldad, corrompiendo su propio carácter, obstruyendo el evangelio, e incitando más a la división social.
Esta metodología es el núcleo y el corazón de la Teoría Crítica de la Raza que, junto con todas las otras teorías, funciona a lo largo de este proceso de engaño de dos pasos. Expondré esto en detalle en un nuevo magazine que estará disponible en Abril 2023.
La única solución para la división es cortar con el temor, egoísmo, y el pecado de los corazones de las personas. Y la única manera que eso puede pasar es poniendo a Jesucristo en el centro. Tenemos que avanzar el evangelio de Jesucristo. Cuando la gente abre sus corazones a él, se enfoca en él, hace de Cristo su supremo Señor, del que ellos anhelan estar cerca y emular todas las cosas, se acercan a él y simultáneamente, hacia otros. Nos unificamos en amor, así como Jesús oró, y experimentamos la unidad inherente en nuestra fe (Efesios 4:13).
Así que si usted quiere hacer justicia – opongase al mal, al racismo, sexismo, y a todas las formas de injusticia – entonces levante a Jesús , hágalo el centro de todas las cosas, practique sólo sus métodos y principios en cómo vive su vida y trata a los demás.