Como Jesús Nuestro Sustituto Limpia Nuestro Espíritu
En nuestro último blog exploramos “La Salvación y la limpieza de nuestro espíritu” – cómo somos santificados en espíritu, mente, y cuerpo (1 Tesalonicenses 5:23). Discutimos como nuestro espíritu es nuestra energía de vida, recibida de Dios, que nos vigoriza y motiva nuestras acciones, y que nuestro espíritu puede ser purificado por el Espíritu Santo que mora en nosotros o permanecer corrompido y contaminado por nuestro rechazo a Dios y la elección del mal.
También discutimos que el Espíritu Santo limpia nuestro espíritu tomando lo que Cristo logró y reproduciendolo en nosotros. Cuando entregamos nuestro corazón a Jesús, nuestro espíritu se une con Él, su amor echa fuera el temor, y recibimos un nuevo temperamento espiritual que vigoriza nuestras vidas. De Jesús recibimos un espíritu de amor, confianza, lealtad, abnegación, bondad, misericordia, mansedumbre y dominio propio.
En este blog queremos examinar cómo la muerte vicaria, abnegada y sustitutiva de Jesús proporciona para nuestra salvación, para nuestra redención, renacimiento, y limpieza del pecado.
Déjeme aclarar explícitamente este punto: ningún ser humano puede ser salvado del pecado sin la vida sustitutiva y sin pecado de la muerte sacrificial de Jesús.
Creo que Jesús se hizo un ser humano real y voluntariamente se puso en nuestra posición que no era naturalmente la suya con el propósito de liberarnos de nuestra posición que era naturalmente la nuestra; eso es, tomó nuestro lugar. El mismo se sustituyó. Nunca podremos negar eso – porque es una verdad eterna!
La pregunta es ¿por qué fue necesaria su muerte para salvarnos?
Convirtiéndonos a la Justicia de Dios
Mi punto de vista es que la muerte de Cristo logró lo que el apóstol Pablo describe:
Al que no cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en él recibiéramos la justicia de Dios (2 Corintios 5:21).
De acuerdo a este pasaje, la razón de la muerte sacrificial sustitutiva de Cristo no fue legal; tampoco por razones penales. No fue un pago. Tampoco fue para calmar o propiciar la ira de Dios, porque Dios nunca ha sido nuestro problema. Dios siempre ha estado de nuestro lado (Romanos 8:31); Dios estaba en Cristo reconciliando el mundo consigo mismo (2 Corintios 5:19).
Dios no fue cambiado por el pecado de Adán , tampoco cambiaron sus leyes. Por lo contrario, fue la condición de Adán que cambió de sin pecado, leal, fiel y digno de confianza a pecador, desleal, infiel e indigno de confianza; se volvió un ser motivado por el temor y el egoísmo. Adán ya no tenía un corazón puro y un espíritu recto!
Así, Jesús se convirtió en nuestro sustituto humano, tomando la humanidad que fue dañada por Adán , para que seamos justicia de Dios, para que la humanidad pueda ser limpiada de pecado y restaurada a su perfecto ideal.
Pero ¿por qué es que la muerte sustituta de Cristo fue necesaria para que seamos justificados? ¿Por qué fue necesaria la muerte de Cristo para salvar a los humanos del pecado? ¿Como la muerte voluntaria de Cristo y su sacrificio sustitutivo alcanzó la justicia de Dios en la humanidad?
Después de todo, si Dios es amor y Él ama al mundo tanto que envió a su hijo (Juan 3:16), si Dios es misericordioso – lleno de misericordia (Deuteronomio 4:31), y no lleva cuentas de nuestros errores (1 Corintios 13:5) entonces ¿por qué no pudo solo perdonarnos directamente sin la muerte de Jesús?
Primero, Dios nos perdonó directamente! Fue su amor y su perdón lo que envió a su hijo a hacer lo que era necesario para salvarnos.
Pero el perdón de Dios, extendido libremente de su corazón amante, no remueve la condición de pecado de nosotros! la salvación es mucho más que el perdón- es curación! La salvación requiere que la pecaminosidad, el temor y el egoísmo que hay en nosotros sea reemplazado con impecabilidad, amor y confianza, lo que resulta en rectitud, pureza y santidad.
Así, como Juan el Bautista dijo, Jesús es “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29)énfasis mío. Jesús vino a erradicar el pecado y a destruir la muerte (2 Timoteo 1:10) y la causa de la muerte (Hebreos 2:14), sanando así esta creación. Y el miedo y el egoísmo que es el aspecto elemental y corruptor que conlleva al pecado, que infecta, contamina y descompone nuestro espíritu (corazón) y alma (mente) tiene que ser purgado, removido, destruido, eliminado, limpiado de la humanidad.
Jesús tuvo que proporcionar la verdad para liberar nuestras mentes de las mentiras de Satanás – a fin de ganarnos (influencia moral) para confiar en Él. También necesitaba proveer a fin de salvar la especie humana creada en el Edén, un espíritu humano limpio, purificado, renovado y perfeccionado (vida, corazón, energía motivadora) que recibimos a través de nuestra confianza en Él.
Cuando Adán pecó, él se corrompió a sí mismo, infectando su vida con pecado. Su espíritu (vida, corazón, energía motivadora) se contaminó con egoísmo; sus motivos para actuar ya no estaban dirigidos por un amor abnegado si no por el egoísmo impulsado por el miedo, el instinto de supervivencia del más fuerte.
Y cada ser humano es una descendencia, crecimiento, extensión de esa misma vida (espíritu)!
Todos nacemos infectados con pecado, con miedo y egoísmo, con impiedad (Salmos 51:5). La manera de salvarnos de esta condición pecaminosa terminal, Jesús tenía que no solo restaurar nuestra confianza en Dios por la revelación de la verdad, sino también tenía que purgar, limpiar, remover, eliminar, erradicar, destruir la pecaminosidad (miedo y egoísmo) de la humanidad.
Y para poder hacer eso, Jesús tuvo que participar de la humanidad, de la misma vida (espíritu) dada a Adán en el Edén, la cual había corrompido y purificar esa vida.
La humanidad como una familia
Dios puede crear nuevas especies en cualquier momento que Él quiera.
Después de que Adán pecó, Dios estaba libre de recoger un poco de polvo y formar un nuevo cuerpo, darle el soplo de vida, y crear un nuevo ser humano sin pecado – pero tal ser no sería parte de la creación que Él hizo en el Edén. No tendría relación con Adán y Eva, sería una creación nueva similar pero sin embargo distinta. Crear un nuevo ser humano no hubiese salvado a Adán , Eva y sus descendientes de su condición terminal; no hubiese salvado la creación que Dios hizo en el Edén. No hubiese purificado la vida dada a Adán .
Cuando Dios hizo a Adán , Él sopló el aliento de vida en él o la energía de vida y cada otro ser humano ha recibido vida del mismo aliento de vida que fue dado a Adán . Eva no fue formada del polvo, ella no recibió su propio aliento de vida. En cambio ella fue formada del tejido vivo del cuerpo de Adán , tejido que ya estaba vivo, y que era una extensión del mismo soplo de vida (energía de vida) que Dios puso en Adán .
La palabra Griega (pneuma) y hebrea (ruwach) palabras para “aliento” son las mismas palabras que se traduce como “espíritu”. La energía de vida de Dios fue dada a Adán pura, santa, sin mancha, con la resonancia, el aura, la cualidad, el carácter y la motivación para amar. El aliento, el espíritu, es la energía motivacional interna que nos anima y vigoriza. Adán vino a la vida en el Edén con un espíritu de pureza, santidad y amor. Sus deseos naturales y motivación estaban en perfecta armonía con el Dios de los cielos. Adán era capaz, en su propia fuerza recibida por Dios, de decir no a la tentación y, en su estado original, desarrollar un carácter maduro, santo y perfecto, y de esta forma establecer su espíritu en pureza eterna y lealtad a Dios.
Se suponía que Adán y Eva desarrollarían un carácter maduro y santo en el árbol del conocimiento del bien y el mal. Fue en el árbol que ellos podían ejercitar la habilidad que Dios les dio de pensar, razonar, y elegir por sí mismos. En ese árbol, ellos eligirían conocer por experiencia, amor, confianza, lealtad, fe, justicia, solidificando así en santidad y reteniendo un espíritu puro, una vida sin pecado o decidirían creer las mentiras de Satanás y romper la confianza en Dios y por lo tanto conocer, en experiencia en su ser, el temor, el egoísmo, desconfianza, culpa, vergüenza y maldad – así corrompiendo su espíritu, sus vidas, el soplo de vida con el que Dios los había dado vida.
Porque Dios le dio a Adán y Eva habilidades procreadoras, el mismo aliento de “vida” que sopló en Adán es compartido con cada una de los seres humanos. Somos una extensión de Adán , y la triste realidad es que Adán alteró la calidad de esa energía de vida de amor puro a una vida contaminada con temor y egoísmo , y todos somos nacidos con este impulso motivacional de miedo y egoísmo. Y este espíritu (vida) no está en armonía con el Dios de los Cielos. El temor causa egoísmo, lo cual es lo opuesto del amor; está fuera de armonía con Dios y su diseño de vida y resulta en ruina y muerte (Romanos 6:23; Santiago 1:15; Gálatas 6:8).
Jesús y la Familia Humana
¿Qué se necesitaba para salvar a la humanidad de esta condición terminal?
Un ser humano que fuese parte de Adán , parte de su creación, un ser humano que tuviese de la misma vida, el mismo espíritu o energía de vida, que fue soplado en Adán en el Edén, esa vida que está ahora infectada con temor y egoísmo, y que entonces venciera y erradicara la contaminación y purificara esa vida, de esa forma destruyendo la condición terminal, purgando el temor y el egoísmo, y restaurando el amor perfecto, puro e inmaculado de Dios nuevamente en esta creación humana, perfeccionando y limpiando el espíritu – la vida dada a Adán y compartida por todos nosotros.
Así es cómo Jesús vino como el segundo Adán tomando de la misma vida que fue dada a Adán y pasó en generaciones hasta David (Romanos 1:3; Hebreos 2:14). Él recibió vida humana a través de su madre Maria – una vida humana, que ha sido dañada por el pecado, infectada con temor y egoísmo, y terminal por la caída de Adán (Gálatas 4:4), somos tentados por nuestros propios malos deseos (Santiago 1:14). La humanidad y vida recibida por Jesús de Adán fue capaz de tentarlo a Él con miedo y egoísmo, lo que se reveló en Getsemaní cuando sufrió terribles emociones y angustias tentándolo a actuar en su propio interés y no ir a la cruz.
Pero como el padre de la humanidad de Jesús es el espíritu Santo (Mateo 1:18-20) Jesús también nació con una energía vital espiritual pura e inmaculada, vigorizada con ella. Como un ser humano real, participando de la vida transmitida por Adán y de la vida dada por el Espíritu Santo, Jesús pudo enfrentar la tentación y usar solo sus habilidades humanas para decir no a cada tentación proveniente de la infección del espíritu humano (vida) que recibió de Adán y decir sí a Dios y vivir una vida santa y pura
(Hebreos 4:15) en armonía con el Espíritu Santo. (nosotros recibimos la misma habilidad de elegir vivir en armonía con Dios en nuestra conversión cuando nacemos de nuevo con un corazón nuevo y un espíritu correcto – cuando recibimos la nueva vida/espíritu por el espíritu santo que mora en nosotros).
En la cruz, Jesús eligió solo la vida pura, la energía pura del amor, que Él recibió del Espíritu Santo, de este modo destruyó la infección que causa la muerte, el carácter, inclinación, motivación al miedo y egoísmo contaminando la energía de vida soplada en Adán (2 Timoteo 1:10). En la cruz Jesús destruyó el pecado carnal terminal y resucitó con una humanidad purificada para volverse la nueva cabeza de la humanidad (Hebreo 5:9) y ahora está parado en la presencia de Dios no solo en su pre encarnada posición como el Hijo de Dios pero también como la cabeza representativa de la humanidad – Jesús un ser humano real, sin pecado y perfecto. Está en el concejo celestial como sustituto de Adán , cumpliendo el papel que Dios había diseñado originalmente para Adán .
Ahora a través de la fe, cada uno de nosotros puede recibir la misma energía pura, divina vivificante (espíritu-vida) a través del Espíritu Santo que mora en nosotros que toma lo que Cristo logró y lo reproduce en nosotros, invigorandonos con un nuevo espíritu renovado. Cristo es la vid y nosotros los pámpanos (Juan 15:5), los cuales siendo injertados en Cristo por la fe, reciben el nuevo espíritu vigorizante (vida) proveniente de Él a través del Espíritu Santo que mora en nosotros. Morimos al espíritu viejo de miedo y egoísmo y vivimos una nueva vida con un nuevo espíritu de amor y confianza. Como Pablo escribió,
El amor de Cristo nos constriñe, porque estamos convencidos de que uno murió por todos y por consiguiente todos murieron. Y Él murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió por ellos y fue resucitado. (2 Corintios 5:14,15 énfasis mío)
Nosotros con nuestra vida nueva, nuestro nuevo espíritu, nuestra nueva energía espiritual purificada somos motivados, animados, comprometidos con nuevos deseos, actitudes y prioridades para que seamos partícipes literales de su naturaleza divina (2 Pedro 1:4). Como nuestro espíritu, nuestra energía vital interna, nuestros motivos, impulsos y deseos ahora provienen de Jesús y ya no provienen de lo que heredamos de Adán . Crecemos cada día en piedad y a pesar de las continuas tentaciones de nuestros viejos hábitos y respuestas condicionadas, nuestro espíritu renovado y renacido ya no está cautivo del miedo y el egoísmo. Como escribió Pablo,
Pues Dios no nos ha dado un espíritu de timidez, [que heredamos de Adán ] sino de poder, de amor y de dominio propio [que recibimos por fe/confianza de Jesús] (2 Timoteo 1:7)
Estamos cambiando literalmente de una vida, espíritu, de miedo y egoísmo a una vida, espíritu de amor y confianza a través del Espíritu Santo que mora en nosotros.
Y esto es posible sólo porque Jesús, como nuestro sustituto humano, tomó la humanidad infectada con temor y egoísmo por Adán y la purificó. Jesús revela la verdad para ganarnos en confianza, y nos provee con un nuevo espíritu, una nueva vida, sin pecado y pura.
Gracias Jesús!
Te animo, si no lo has hecho todavía, a abrir tu corazón e invitar a Jesús, a pedir la limpieza y lavado del Espíritu Santo para purificar tu espíritu, para renovarte con nuevos deseos, motivos, para vigorizarte con amor por Dios y tu prójimo, para participar en la naturaleza divina, un nuevo espíritu purificado como el de Cristo de amor y confianza!